Hasta hace poco tiempo, los estudios nutricionales se centraban esencialmente en la población infantil y en la adulta. En la actualidad, debido sobre todo al aumento que se ha producido en la esperanza de vida, estos análisis se han dirigido hacia el segmento de la población anciana. En el presente trabajo se abordan los factores que condicionan la alimentación de los ancianos y los nutrientes más importantes en nutrición geriátrica.
Una alimentación inapropiada, sobre todo a edades avanzadas, induce cambios en la composición corporal y en las funciones fisiológicas1, favoreciendo también la aparición de malnutrición y el desarrollo y progresión de determinadas enfermedades.
Nutrientes en la edad avanzada
Proteínas
Las proteínas presentan en el organismo múltiples funciones. Dos de las más importantes son la formación y reparación de estructuras corporales.La ingestión diaria de proteínas en la edad avanzada debe incrementarse. La OMS centra sus recomendaciones en 0,9 g de proteína por kilogramo de peso y día, aunque debemos recalcar que no todas las proteínas tienen el mismo valor biológico. Las presentes en el huevo de gallina, la leche de vaca, el pescado, la carne y las patatas son de alta calidad; aunque esto no debe conducirnos a menospreciar otras de menor calidad (p. ej., las procedentes de los vegetales y las legumbres).
El 50% del aporte proteínico diario debe corresponder a proteínas de origen animal, ricas fundamentalmente en lisina y metionina, aminoácidos cuyas necesidades aumentan con la edad.
Los cereales, las legumbres y los frutos secos son las principales fuentes de proteínas de origen vegetal, que deben complementarse entre ellas o con proteínas de origen animal, ya que ingeridas de manera individualizada no son suficientes para el aporte de aminoácidos esenciales.
Hay que hacer hincapié en el riesgo que implican las dietas hiperproteínicas debido a la relación que guardan con la elevada carga renal que pueden representar; por tanto, en general, no van a ser bien toleradas por los ancianos.
Lípidos
Aunque el objetivo de la reducción de lípidos en la dieta es la prevención de enfermedades coronarias y vasculares, no existen estudios determinantes que demuestren la clara ventaja que la restricción de lípidos supone para el paciente anciano. Las grasas o lípidos constituyen la reserva energética más importante del organismo, son elementos indispensables para la formación de membranas celulares y, además, vehiculizan las vitaminas liposolubles (A, D, E y K).Su contenido calórico es superior al del resto de los macronutrientes, ya que aportan 9 kcal por cada gramo ingerido.
La ingestión de lípidos en el anciano no debería sobrepasar el 35% del total de calorías aportadas por la dieta, disminuyendo hasta el 30% en ancianos sedentarios.
Cuando hablamos de lípidos debemos hacer hincapié en la diferenciación de ácidos grasos saturados e insaturados, por la relación que guardan los primeros con las enfermedades cardiovasculares. Así, al hablar de ácidos grasos saturados nos referimos fundamentalmente a las grasas de origen animal, cuyo consumo elevado es perjudicial, sobre todo en los individuos que presenten altas concentraciones de colesterol en sangre o riesgo de presentar enfermedades cardiovasculares. La recomendación de ingerir ácidos grasos insaturados, presentes en los vegetales, es conocida por todos, debido a los beneficios otorgados a este grupo.
Hidratos de carbono
Los hidratos de carbono, o azúcares, presentes en la dieta constituyen la principal fuente de energía para el hombre, si bien su rendimiento es 2,5 veces menor que el de los lípidos. Desempeñan un papel fundamental en el metabolismo de los centros nerviosos, pues el cerebro, en condiciones normales, solamente utiliza glucosa como fuente de energía.Existen dos grupos principales de hidratos de carbono, los azúcares simples, entre los que incluimos los monosacáridos y disacáridos, que son la glucosa, fructosa, sacarosa y lactosa. El otro grupo son los polisacáridos, formados por la unión de más de dos monosacáridos, el más importante de ellos es el almidón. En la dieta diaria los azúcares deben suponer el 55-60% de la tasa energética total. Los principales suministradores de hidratos de carbono son el azúcar, el cacao en polvo, el arroz blanco e integral, la miel o el chocolate sin leche. Al igual que en los adultos, en la población de edad avanzada se aconseja la ingestión de hidratos de carbono de absorción lenta o glúcidos complejos y una disminución de los azúcares solubles, ya que con frecuencia estimulan excesivamente el apetito.
Fibra
El consumo de fibra ha adquirido en los últimos años una gran relevancia, ya que presenta una función importante en la regulación mecánica digestiva. Además, diversos estudios le otorgan un gran papel en la prevención de enfermedades cardíacas, diabetes o cáncer de colon. La alimentación occidental suele ser deficitaria en fibra, por tanto, se debe potenciar la ingestión de pan integral, verdura, fruta y salvado, ya que contienen gran cantidad de celulosa, que es el principal componente de la fibra dietética (tabla 2).Paralelamente, debemos recomendar la ingestión de líquidos con el fin de evitar el riesgo de obstrucción intestinal.
Se ha de tener presente, de igual modo, que el exceso de fibra puede dificultar la absorción de calcio y hierro, minerales muy importantes en las necesidades del anciano.
Minerales
Los minerales constituyen un grupo amplio que, si bien no suministran energía al organismo, tienen importantes funciones reguladoras y plásticas. Forman parte de los huesos, dientes, encimas y hormonas. Hay dos grupos de minerales:Macrominerales. La dieta los aporta en cantidades elevadas (tabla 3). Entre ellos destacamos el calcio, fósforo, magnesio, potasio y cloro.
El déficit de magnesio es frecuente en los individuos de edad avanzada debido a la administración de diuréticos, el uso excesivo de enemas y la aparición de síndromes de malabsorción.